El embajador del Cretácico

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A tan solo unos días del estreno de Jurassic World: Dominion© es interesante como los dinosaurios habitan y coexisten en nuestro imaginario colectivo. En marzo de 2011, un equipo de mineros liderados por Shawn Funk, trabajaba en una zona de reservorios de hidrocarburos propiedad de la minera Suncor en Alberta, Canadá. Mientras las máquinas pesadas excavaban en las areniscas, encontraron un cuerpo masivo de roca compacta también conocido como concreción; esta roca tuvo que haber contenido algo que llamó suficientemente la atención de los mineros como para que estos se comunicaran con investigadores del Royal Tyrell Museum en Alberta, Canadá.

Cuando los paleontólogos llegaron, acordaron envolver la estructura con una matriz de concreto a fin de trasladarla en una sola pieza. Lamentablemente durante las maniobras, la concreción se partió en dos partes debido al enorme peso y la poca coordinación entre los equipos, por lo que la roca quedó deshecha en numerosos restos esparcidos en la mina. Solo imagina que acabas de tener un descubrimiento que te pudo haber dado acceso a fama y fortuna (si bien en forma de financiamiento), una roca de millones de años, destruida en segundos.

A muchos de nosotros la situación muy seguramente nos hubiera derrotado para siempre, pero el equipo del museo no se rindió y decidió reensamblar las partes y seguir estudiándola. Con mucha perseverancia, el equipo del doctor Brown después de seis largos años de preparación y restauración de las muestras, publicó en 2017 el hallazgo en la revista Nature; el contenido de aquella estructura no era otra cosa que un dinosaurio herbívoro, pariente de los anquilosaurios. Se trataba de una nueva especie de dinosaurio llamada Borealopelta markmitchelli.

Figura 1. Vista frontal de Borealopelta markmitchelli. Fotografía de Robert Clark, NG, 2017.

Como lo hacen constatar las numerosas fotografías del ejemplar, su estado de conservación es extraordinario (Figura 1), más de dos tercios del ejemplar se encontraba intacto. Incluso se podía observar parte del contenido estomacal, aunque sorprendentemente no fue lo único que desconcertó a científicos y demás aficionados a la paleontología. Sino que este animal prehistórico, de tamaño semejante a un rinoceronte, fue encontrado en sedimentos marinos, incluso se sabe la posición en que el cuerpo fue encontrado (“panza-arriba”). 

¿Cómo fue que esta criatura llegó a su último destino en el lecho de un antiguo mar? ¿Se relaciona con la calidad de la preservación? 

Para empezar, los fechamiento indican que el ejemplar tendría una edad aproximada de 110 millones de años, remontándonos hasta el Albiano, la última edad del Cretácico Temprano. En aquel entonces todavía existían remanentes de un antiguo mar interior que alguna vez dividió Norteamérica en dos subcontinentes (Apalachia y Laramidia). Fue en este mar, a varios kilómetros de la línea de costa que este animal permaneció flotando durante varios días, posiblemente debido a la hinchazón ocasionada por la descomposición, para finalmente hundirse y ser sepultado de espaldas, lo que explica su posición de muerte; algo curioso es que ya han sido encontrado otros anquilosaurios asociados a sedimentos marinos, y en la misma posición. Algunos proponen que el animal fue arrastrado por el oleaje, otros indican que un tsunami fue el responsable de arrastrarlo hacia el interior del mar. Sin embargo, desde hace unos ayeres, existe la idea en la comunidad científica de anquilosaurios con hábitos acuáticos.

En 2016, un equipo de investigadores chinos encontró el fósil de Liaoningosaurus paradoxus, un nodosaurio pequeño (el ornitisquio más pequeño hasta el momento), de hábitos acuáticos y presumiblemente piscívoro, ya que al interior de su estómago se encontraron numerosos restos óseos de peces, aunque aún se debate si fue así, o es un artefacto o truco tafonómico. Todavía queda en duda el cómo fue que un animal tan grande terminó en el mar, esperemos que en un futuro no muy lejano se encuentre la evidencia que hace falta para decantarse por una u otra hipótesis.

Por cierto, se piensa que, a diferencia de sus parientes anquilosaurios, que poseían una masa al final de la cola, los nodosaurios prefirieron desarrollar enormes espinas a ambos costados del cuerpo, así como numerosos osteodermos de hueso asociados a la piel de su lomo; y que, de acuerdo algunos estudiosos de los dinosaurios, le servían como método de intimidación ante posibles depredadores, aunque es más probable que los utilizaran como estructuras de despliegue sexual a la hora de conseguir pareja, al igual que muchos cérvidos y antílopes hoy en día. 

Figura 2. Dos terópodos (Acrocantosaurus?) devoran a un Borealopelta cerca de un río en el Cretácico temprano (Albiano) de Canadá hace 110 millones de años. Foto del Royal Tyrrell Museum.

Revelando los colores del pasado

Sea cuál fuese el caso, gracias a que el animal terminó muerto en un fondo marino sin oxígeno y sin carroñeros, no solo se preservó el cuerpo en una calidad extraordinaria, sino que también se encontró sobre los osteodermos una fina capa de melanina, proteína que actúa como pigmento en ojos y pelo. Con esto, se logró reconstruir parte de la coloración original del ejemplar, descubriéndose que este organismo poseía con un color rojizo y cobre en la parte posterior del cuerpo, mientras que el vientre poseía una coloración clara. Esta coloración, oscura en el dorso y clara en el vientre se conoce como Countershading en inglés, que en español significa sombreado, y permite que los animales al ser iluminados por el sol, logren camuflarse mejor con el ambiente (tanto el vientre como el dorso parecieran ser del mismo color). Esta estrategia es común en mamíferos como ciervos, gacelas, berrendos, aunque también pingüinos e incluso tiburones recurren a esta coloración.

Hoy en día, animales grandes y pesados como los elefantes, rinocerontes o hipopótamos carecen de esta pigmentación, y se piensa que es gracias a su enorme tamaño que los vuelve invulnerables a la depredación natural. Pero Borealopelta no era un animal pequeño que huye de la depredación, ¿o sí? Quizás la presión de selección por parte de los enormes depredadores cretácicos como Acrocanthosaurus favoreció estas coloraciones en animales tan grandes, quienes ameritaban una protección adicional a fin de evitar ser comidos (Figura 2). Un ejemplo de cómo también la ecología ha variado a través del tiempo, y que la biología misma ha evolucionado.

Todavía quedan muchas dudas al respecto, aunque lo que sí es bastante claro es como los dinosaurios siguen cautivando la mente de las personas, no solo de niños, sino que ahora los avances de la ciencia y tecnología como el uso de CTScan, sincrotrón, microscopía electrónica, y herramientas matemáticas como análisis de elementos finitos y morfometría geométrica, permiten dilucidar cosas que hasta hace 20 años no podíamos analizar con tanto detalle. Ahora, la siguiente pregunta es ¿Qué otros descubrimientos hacen falta por encontrar? ¿Cuántos dinosaurios seguirán escondidos en las rocas?

¿Quieres saber más?

Brown, C., et al. (2017), “An Exceptionally Preserved Three-Dimensional Armored Dinosaur Reveals Insights into Coloration and Cretaceous Predator-Prey Dynamics”, Current Biology, 27: 2514-2521.

Ji Q., et al. (2016), “Fish Hunting Ankylosaurs (Dinosauria, Ornithischia) from the Cretaceous of China”, Journal of Geology (Chinese), 40: 183-190.

Watson, T. (2017), “Dinosaurs’ spiky armour may have been status symbol”, Nature News.

Ben G Thomas, 2019. “An Aquatic Ankylosaur?”. 

Smithshonian Channel, 2020, “A Fossil Excavation Goes Wrong in the Worst Possible Way“.

PBS Eons, 2020, “The Dinosaur Who Was Buried At Sea”.

El Borealopelta markmitchelli: una nueva especie de nodosaurio

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